Blogia
Eduracing

¿ENFERMEDAD O INMORALIDAD?

¿ENFERMEDAD O INMORALIDAD?
La frenética carrera legislativa por degradar abiertamente la institución matrimonial, me ha llevado a publicar, acaso también con premura, el siguiente artículo con el objeto de abordar la problemática de la extensión de derechos al colectivo homosexual.
Acercándonos al tema desde una perspectiva naturalista y objetiva, alejada en la medida de lo posible de las implicaciones políticas, hay que empezar señalando que sería de la máxima conveniencia el poder dar una respuesta a la pregunta que nace del título de este artículo, en términos más coloquiales, a la sempiterna cuestión, planteada las más veces a modo retórico; ¿el homosexual nace o se hace? Cabe anticipar que actualmente no hay una respuesta clara y unívoca, y ello puede deberse a dos motivos; que la misma pregunta no alcance a tener respuesta por ser una cuestión que se escape del conocimiento humano –lo cual, a priori, resulta de un planteamiento que infravalora las potencialidades cognoscitivas del ser humano- o bien que la búsqueda de respuesta en el plano científico se encuentre aparcada principalmente por la falta de recursos económicos o desinterés social por dar una respuesta susceptible de ser contraria al pensamiento de lo políticamente correcto. Así las cosas, en la sucinta documentación que he alcanzado a analizar, la causa de la homosexualidad puede nacer de factores genéticos, de un desequilibrio hormonal o más señaladamente de un anormal desarrollo del nódulo cerebral que se conoce como hipotálamo (Simón Le Vay). En general, del análisis que apunta en última instancia a un origen genético se extrae la identificación de la homosexualidad con una anomalía genéticamente alejada de la configuración deseable. Si por el contrario, como se ha dicho, se toma como buena la idea de los desequilibrios hormonales sobrevenidos, la conducta homosexual se identifica como una enfermedad. Ni que decir tiene que en la actual sociedad estos planteamientos son rechazados ipso facto pero no rebatidos razonadamente. Empero, la homosexualidad hasta hace relativamente poco tiempo (1991) estaba incluida en el catálogo de enfermedades mentales de la OMS. Es difícil imaginar que esta organización internacional dependiente de la ONU fundamentara esa relación de enfermedades en simples prejuicios. La razón del cambio de postura no es difícil imaginársela.
En todo caso, los planteamientos citados advierten una total dependencia con criterios científicos que si bien se presumen objetivos y por ello muy apreciados en la lógica rigurosa del discurso, por otra parte se evidencian difusos y escasos por no dar una respuesta ontológica de las consecuencias perniciosas que de un comportamiento homosexual derivan en el plano social y humano.
Acercarse a la problemática de los comportamientos desviados desde una perspectiva más abarcadora implica acudir a la ciencia y razonamiento filosóficos. De esta forma han de ser asumidas las concepciones aristotélicas del mundo como básicas para el recto razonamiento.
Es una costumbre ciertamente extendida en la sociedad el calificar los comportamientos homosexuales como conducta antinatural o alejada de las normas naturales más elementales. En un primer acercamiento, las tendencias homosexuales reciben esta identificación posiblemente a la luz de inmediatos análisis en algo sensorialmente aprehensible a primera vista; que de las especies existentes derivan una serie de conductas naturalmente exigibles, entre las que destaca la función reproductora. Para la consecución de esta actividad tendente a la perpetuación de la especie es condición indispensable la relación ente seres del sexo opuesto, cuyas funciones, por ende, se complementan y cuya relación, en ocasiones, se proyecta más allá del mero acto sexual. Es por esta obligación ineludible del ser humano por lo que la negación de la misma función –homosexualidad-, no puede sino ser comprendida como conducta que atenta a los dictados de la naturaleza. No se puede dejar de tener presente la doctrina aristotélica en la comprensión de estos razonamientos, que podríamos concluir afirmando que con justo resultado se premia la obediencia a lo que es por naturaleza, castigándose lo que contradice su esencia. Así, la imposibilidad de procreación se proyecta en actos de homosexualidad y zoofilia, mientras que las graves deficiencias y degradación del ser humano resultan de los actos incestuosos. A la luz de estas consideraciones se habilita una comparativa legítima entre la homosexualidad y otras prácticas desviadas, igualmente aberrantes desde esta perspectiva, aunque la dictadura de lo políticamente correcto excluya tal símil en el debate social o político. No obstante, es una práctica en igual grado contraria al comportamiento naturalmente ortodoxo, la homosexualidad y el incesto.
Esta visión filosófico-antropológica se puede cerraren base a la doctrina que sobre este aspecto escribe un autor como Kant, nada sospechoso de oponerse a las ideas de progreso y evolución. Así, el alemán habla de “comunidad sexual” para referirse “al uso recíproco que un hombre hace de los órganos de otro, y es un uso de bien natural (por el que puede engendrarse un semejante) o contranatural, y éste, a su vez, o bien el uso de una persona humana, o bien el de un animal de una especie diferente a la humana; estas transgresiones de las leyes son vicios contra la naturaleza(...)[y] no pueden librarse de una total reprobación (...)”(Metafísica de las costumbres, 24).
Una de las clásicas remisiones que efectúa la progresía para sustentar la normalidad de un comportamiento homosexual se realiza representando el mundo clásico, la cultura griega, cuna del pensamiento occidental, donde la homosexualidad estaba muy extendida y a menudo era considerada la expresión más perfecta del “eros”. No obstante, aunque tal concepción fuera elevada al texto platónico de El Banquete, no es menos cierto que el filósofo ateniense rectifica su postura y manifiesta su rechazo a la homosexualidad en una obra de madurez como Las Leyes. No obstante, a quien se siga encontrando cómodo en aquel argumento hay que invitarlo a que en lógica coherencia con su argumentación rescate otras prácticas de uso común en la antigua Grecia como lo son la pedofilia o la esclavitud.
Cuando se acude a estos argumentos de amplia inspiración teleológica, a menudo se intentan rebatir sobre la base de comparaciones estrictamente insostenibles. Ello sucede de modo especialmente significativo ante el argumento –conservador y enfocado a defender la inconveniencia de conceder hijos en adopción a los homosexuales- de que lo que ni Dios ni la naturaleza les han concedido a las personas no se lo puedan conceder ellas mismas. Así, inmoral resulta que los homosexuales adopten hijos. Empero, aquí contraargumenta la progresía manifestando que sobre tal lógica tampoco podrían adoptar aquellas parejas estériles, quienes no tienen concedida la gracia de tener hijos. Conviene aquí, para rebatir esta comparación, desempolvar la vieja terminología aristotélica del acto, la potencia, lo accidental y lo esencial. Una pareja heterosexual estéril no puede actualizar la potencia de ser padres. Una pareja homosexual no puede actualizar la potencia de ser padres porque, lisa y llanamente, carecen de tal potencia. La diferencia no es menor, el argumento nos permite afirmar que en el caso de parejas heterosexuales la imposibilidad de tener hijos se reduce a un impedimento accidental mientras que sobre la pareja homosexual cabe afirmar la existencia de un impedimento esencial. Los impedimentos esenciales no pueden superarse porque ello contraviene los principios más elementales que rigen en la naturaleza. No obstante, nada hay que oponer a que se intente sanear lo accidental, verbi gracia, ayudando médicamente a una pareja heterosexual a cumplir su fin reproductivo o concediéndoles una adopción.
Llegados a este punto, roto el hielo y acaso con el velo de rubor ya desprendido, cobran especial vigor las palabras de un representante del Consejo General del Poder Judicial que en diversos medios se manifestaba contra la inminente reforma sobre la base del siguiente parecer; si el argumento del Gobierno para regular la celebración de matrimonios homosexuales se sustentaba en dos condiciones a verificar como es el afecto que se profesen los contrayentes y la demanda social, ninguna razón encontramos para justificar una negativa ante una propuesta de matrimonios entre hermanos o con animales. Si las razones del Gobierno giran en torno al afecto y la demanda social, satisfechos ambos requisitos, nada podemos oponer jurídicamente a este tipo de uniones, lo que nos sitúa en la más absoluta indefensión dialéctica.
Abierta la puerta al matrimonio homosexual, costoso sería el cerrarla ante una solicitud de inclusión de poligamia o poliandria como formas válidas de matrimonio; y deberíamos sentirnos satisfechos si en esta vorágine de libertinaje instalada las demandas concluyen ahí.
La reforma del Código Civil aprobada en el Congreso se proyecta sobre una serie de artículos, de entre los cuales, conviene que advirtamos el significado del siguiente. Art. 44 CC “El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio conforme a las disposiciones de este Código”. El proyecto de ley presentado y la previsible reforma contienen una redacción distinta de este precepto, por tanto, se ha estimado necesaria su modificación por entender que en la actual regulación no tienen cabida los tipos matrimoniales del mismo sexo. El problema, a ojos del jurista, no es considerar necesaria la reforma del art. 44 CC, antes al contrario, si se quiere dar cabida a estas formas matrimoniales deviene inevitable una modificación del precepto. Por el contrario, el problema radica en que al tomar como buena la interpretación del art. 44 CC, la misma interpretación cabe hacer del art. 32.1 CE, cuyo contenido expresa: “El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica”. Señalado esto, se hace imprescindible que la reforma del Código Civil fuese acompañada de la correlativa reforma del Texto Constitucional, toda vez que los preceptos citados coinciden en plenitud en los aspectos sustantivos, por lo que el alcance que se interprete para uno ha de serlo también para el otro. Pero si esto no contuviese fundamento bastante, habría que acudir a un análisis sistemático del Texto de 1978 para proyectar sobre el art. 32.1 CE la interpretación más adecuada. Así, del estudio de varios preceptos –como lo son el art. 30.1 CE “Los españoles tienen el derecho y el deber...”, art. 57.4 CE “Aquellas personas que teniendo derecho a la sucesión...” o art. 53.2 CE “Cualquier ciudadano podrá recabar...”- se desprende que el Constituyente de 1978 nunca utiliza, para referirse a una colectividad abstracta de personas, la expresión “el hombre y la mujer” o “los hombres y las mujeres”, sino que esta expresión se reserva en exclusiva para encabezar el artículo referente al matrimonio. Tal elección no es una casualidad ni se justifica en virtud de la arbitrariedad en el leguaje, sino que es vivo reflejo de la idea de matrimonio que concibe el Constituyente del 78. Así, bien pudiera haber encabezado “los ciudadanos tienen derecho a contraer matrimonio” o “las personas tienen derecho a...” Que no utilizara estas expresiones cuando son las comunes en el resto de preceptos constitucionales apunta a que la concepción del matrimonio heterosexual es la legítima y cualquier otra forma resulta abiertamente inconstitucional. Así las cosas, si se modifica en esos términos la regulación civil creemos imprescindible que también se reforme en el mismo sentido la Constitución, eventualidad esta que parece no va a tener lugar. La razón es evidente, para poner en marcha el procedimiento agravado de reforma del art. 167 CE, teniendo presente la composición de las Cámaras, necesitaría el Gobierno, en todo caso, del apoyo del PP. Sólo decir que peligroso resulta en una sociedad democrática que la Norma Fundamental no se respete, o se mire para otro lado interpretándola chapuceramente, de forma conveniente a los intereses del político.
Añadir, por último, que no es intención de mis palabras el causar agravio al colectivo homosexual, ni tampoco enarbolo bandera alguna de intolerancia. Creo que nadie civilizado puede considerar a otro un ciudadano de segunda porque éste tenga un problema, porque problemas tenemos todos. Hay que superar esa mentalidad de la misma forma que hoy nadie discrimina a un ciego, a un parapléjico o a un deficiente. Admitir que los homosexuales tienen un problema –del signo que sea- es el paso necesario, porque yo aplaudo a aquel homosexual que por sentirse diferente y avergonzarse no sale del armario, y encumbro a aquellos pocos que salen del armario a pedir que los cambien, porque quieren ser gente normal.

5 comentarios

Danniel Sanchez -

Mucho podria debatir del tema aqui expuesto con frases rebuscadas y argumenotos fundamentados en pensadores y filosoficos. Sin embargo solo quiero manifestas mi enconfomidad general con el artículo, y hacer especial ainco en el hecho de tachar o encajonar a la homosexualidad como: o una "enfermedad" o una conducat "inmoral", me parece, dado mis preferencias sexuales, que el ser o no homosexual si es un resultado de factores hormonales, geneticos y ambientales, pero sita mucho de ser una enfermedad o inmoralidad, es simplemente una preferencia, algunos prefieren ser heterosexuales, otros no, y no tiene nada de malo elegir lo que a uno le da mas felicidad. Ademas, era bien sabido las relaciones homoxeesuales de los antiguos Cesares y emperadores con efebos. No se debe incitar o felicitar a quienes esconden su naturaleza, al contrario deber liberarse y salir al mundo como son, de esta manera se veria que nos son una minoría, sobran estudios donde se ve que la mayoria de las personas han tenido o fantaseado con realciones con personas del mismo sexy, y muchos de ellos lo han logrado y preferido ese modus vivendis.

Julia Achegas -

Esta claro, es un problema de mariconadas que hacen mucho ruido para tapar sus verguenzas.

Para "el gato manolo". No se si en facha nace o se hace, pero si estoy seguro que las personas como tu, casi seguro sociata (sin saber lo que significa) se hacem, pero a costa de los demás, robándonos a manos llenas.

el gato manolo -

y el facha nace o se hace?

David -

Inteligente y documentada exposición de Eduardo sobre un tema en el que simplemente no me interesa opinar porque rehuyo dar importancia a una minoría insignificante como lo es el lobby homosexual, aunque sí leo con interés y respeto vuestras opiniones. Los políticos deberían de ocuparse más en crear y mejorar infraestructuras para personas inválidas, este sí es un tema que nos puede afectar a todos, o a alguno de nuestros seres más allegados, algún día.

Kímiko MC -

Mira, yo soy un representante de la progresía, como vosotros la llamais, pero siempre he pensado que la homosexualidad es un problema genético, no una enfermedad porque mantengo que un homosexual nace homosexual, pero por supuesto que hay algun tipo de fallo genético en la persona porque este problema es un impedimento para su fin reproductor, que es la principal finalidad de todo ser vivo. Creo que debería de ser tratado y respetado como cualquier persona con un problema similar y no veo ningún problema para que no puedan casarse, porque si bien la constitución dice "el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio..." no veo donde dice que dos hombres o dos mujeres no lo tienen, y por otra parte no veo porqué le tiene que importar a la gente lo que hagan los demás con su vida. Más complicado sería el tema de la adopción, porque, aunque yo no pongo en duda la capacidad de dos homosexuales para educar sexualmente a sus hijos de una forma objetiva, creo que la sociedad aún no está preparada para este cambio y el menor sería durante una época una especie de marginado.