EL REBAÑO ATEO

Esa amalgama de compleja construcción que llamamos moral es un complejo desconocido que, de momento, pese a intentos, nadie ha alcanzado ha demostrar que nazca igual en todos los hombres. Tal vez podría aventurarse que sí es consustancial a la persona la especial capacidad potencial de cognoscibilidad de los principios morales. Esto es, los hombres no nacen con los principios morales impresos en su ser, pero sí con la capacidad innata y exclusiva de poder conocerlos. Si tomamos esta premisa inicial como válida, de ahí ya se colige el resto, que es la necesidad de alimentación espiritual, la nutrición más elevada que debe recibir el hombre a lo largo de su vida. Para completar el código deontológico de una persona se necesita de un constante bombeo de principios, ideas y buenas acciones, una constante experimentación con hechos que aprehendemos y asimilamos o desechamos. En definitiva, la formación de la moral requiere de un aprendizaje que, a su vez, requiere de un maestro capacitado. Durante muchos siglos, el papel protagonista de esa enseñanza ha correspondido a la Iglesia que, sin aglutinar el monopolio del dogma ético para con la sociedad, sí ha sido principal maestra espiritual para muchos de nosotros. Es en el catecismo, en una clase de religión, en un sermón de la misa de domingo o en la simple expresión de cristiano: no hagas eso que es pecado; cuando uno comienza a discernir, acaso a través de un método pedagógicamente cuestionable, lo que está bien de lo que está mal, lo deóntico en su definición más abarcadora. Basta acudir a la Tabla de los Diez Mandamientos, a las enseñanzas de Jesús o los pasajes evangélicos para irradiar felizmente nuestro espíritu con buenas y ejemplares acciones, sanas conductas. El perdón, el amor al prójimo, no matar, no robar, etc. Son nobles actuaciones que, aun pudiendo ser enseñadas a través de una ética laica, arraigan con más fuerza cuando están impregnadas de ese sentimiento religioso que es la fe. La Iglesia, con sus problemas que no se escapan a institución terrenal alguna, ha legado unos magníficos principios de convivencia y virtudes teologales universales.
Sí es cierto que podría extenderme indefinidamente en alabanzas a la Iglesia, sólo lo aquí expuesto es motivo de relevancia para que con especial respeto se traten los asuntos religiosos en el campo político.
Excedería los límites sensatos de este artículo el pormenorizar en las crispadas relaciones que el actual ejecutivo mantiene con la Iglesia Católica. Decir aquí que en la Ilustración la máxima del sapere aude (atrévete a saber, a pensar por ti mismo) se encamina a alcanzar una autonomía del ser humano que ansiaba desligarse del yugo eclesiástico. Alcanzada en nuestros días la libertad religiosa y la autonomía individual y moral de la persona, surgen nuevos políticos en su versión de pastores laicos adoctrinando con su credo anticlerical. Paradojas de la vida, a estos maestros de la moral, conductores del rebaño ateo, la misma máxima les es aplicable. No piensen por nosotros, déjennos elegir y actuar conforme a nuestra religión, no me digan que casillero marcar en el IRPF, algo intolerable en una democracia, una injerencia en el pensamiento de la persona y una atentado a la autonomía individual de cada uno.
Siguiendo los símiles evangélicos, ZP sería el feliz cordero que no se preocupa en amonestar a Pepiño cuando llama casposos a los miembros de la jerarquía eclesiástica o, más recientemente, no se corrige a López Garrido que en un ejercicio del cinismo más oportunista, criticó duramente la postura ambigua de la Conferencia Episcopal ante el referéndum del 20-F. Toda postura ante una cuestión de tal magnitud es respetable en una democracia, más aun si no es un partido político el que se pronuncia. Sobretodo, no se puede tolerar esa critica por parte del partido que tiene como socios del NO a comunistas y separatistas.
Una vil estrategia, una maniobra de distracción de López Garrido que ojala se quede en mera neblina transparente.
Con preocupación y perplejidad intento comprender como se puede volver al pernicioso anticlericalismo de la nefasta II República, toda vez que nuestra Constitución promueve expresamente la cooperación entre el Estado y la Iglesia Católica; mandato éste que no está siendo respetado en nuestro País que, señores del Gobierno, no es laico, sino aconfesional y cooperacionista por derecho y católico de hecho.
Ahora; el ateísmo elevado a religión.
19 comentarios
Kimiko -
Kimiko -
Beiras Torrado -
David -
Además es impresionante comprobar el fervor popular estos días ante el hospital dónde el Papa se recupera de sus dolencias. Le deseo por cierto una pronta recuperación. Quisiera también felicitar al arzobispo de Madrid, el villalbés Antonio María Rouco Varela, por su ejemplar labor al frente de la Conferencia Episcopal Española durante estos dos mandatos.
varbas -
En cuanto a la religión creo que es absolutamente subjetiva, en cuanto a la existencia de un dios no hay nada ue demuestre lo contrario y la existencia del mundo es una prueba relativamente valida para, al menos mantener la duda existencial. En cuanto a las opiniones anticlericales, muy al uso entre determinados sectores no puedo mas que remitirme a la gran mayoria del clero, en la base de la Iglesia, que realizan obras de solidaridad, diría yo y no caridad. Otra cosa es la jerarquia
Villasuso -
Villasuso -
Villasuso -
Villasuso -
Villasuso -
Villasuso -
Villasuso -
David -
Veo que Ruyardo no cesa ni un ápice en su oscuro sectarismo. Si tan poco le interesa el tema ("la religión me la suda"), como dice con tan poca elegancia y respeto, no se muy bien qué hace en este foro.
David -
Veo que Villasuso sigue obsesionado por la edad media presente en los lugares frecuentados en mayor medida por españoles de derechas. Hablo de esta obsesión porque ya dejó constancia de ello en otro foro de debate, dedicado a la afición taurina en España. El propio Villasuso nos habla de los núcleos rurales. En estos, que frecuentemente cuentan con tan solo decenas de vecinos, es verdad que la edad en el momento de la "sesión litúrgica" es, por lo general, ya respetable. Pero esto no es nada nuevo, y una de las principales razones es que los jóvenes se asentaron en pueblos grandes o ciudades, dónde se les brindaban mayores oportunidades laborales.
ruyardo -
ruyardo -
Villasuso -
Villasuso -
Villasuso -