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EL REBAÑO ATEO

EL REBAÑO ATEO La madre naturaleza es sabia, para muchos, creadora de todo lo existente. Bajo esta afirmación se esconden argumentos de corte puramente mecanicista o de base biológica –mecanicismo disfrazado- que no corresponde refutar porque yo, al menos por el momento, encuentro que es un debate que se escapa al conocimiento humano. Por el contra, una cosa es indiscutible, no se puede encontrar explicación alguna en la ciencia, ni en la naturaleza respecto a la formación constante y empírica, no ontológica, de los valores, principios e ideas sobre los que se incardina la razón existencial del elemento diferencial humano, que nos distingue, de entre otras cosas, de los animales.
Esa amalgama de compleja construcción que llamamos moral es un complejo desconocido que, de momento, pese a intentos, nadie ha alcanzado ha demostrar que nazca igual en todos los hombres. Tal vez podría aventurarse que sí es consustancial a la persona la especial capacidad potencial de cognoscibilidad de los principios morales. Esto es, los hombres no nacen con los principios morales impresos en su ser, pero sí con la capacidad innata y exclusiva de poder conocerlos. Si tomamos esta premisa inicial como válida, de ahí ya se colige el resto, que es la necesidad de alimentación espiritual, la nutrición más elevada que debe recibir el hombre a lo largo de su vida. Para completar el código deontológico de una persona se necesita de un constante bombeo de principios, ideas y buenas acciones, una constante experimentación con hechos que aprehendemos y asimilamos o desechamos. En definitiva, la formación de la moral requiere de un aprendizaje que, a su vez, requiere de un maestro capacitado. Durante muchos siglos, el papel protagonista de esa enseñanza ha correspondido a la Iglesia que, sin aglutinar el monopolio del dogma ético para con la sociedad, sí ha sido principal maestra espiritual para muchos de nosotros. Es en el catecismo, en una clase de religión, en un sermón de la misa de domingo o en la simple expresión de cristiano: “no hagas eso que es pecado”; cuando uno comienza a discernir, acaso a través de un método pedagógicamente cuestionable, lo que está bien de lo que está mal, lo deóntico en su definición más abarcadora. Basta acudir a la Tabla de los Diez Mandamientos, a las enseñanzas de Jesús o los pasajes evangélicos para irradiar felizmente nuestro espíritu con buenas y ejemplares acciones, sanas conductas. El perdón, el amor al prójimo, no matar, no robar, etc. Son nobles actuaciones que, aun pudiendo ser enseñadas a través de una ética laica, arraigan con más fuerza cuando están impregnadas de ese sentimiento religioso que es la fe. La Iglesia, con sus problemas que no se escapan a institución terrenal alguna, ha legado unos magníficos principios de convivencia y virtudes teologales universales.
Sí es cierto que podría extenderme indefinidamente en alabanzas a la Iglesia, sólo lo aquí expuesto es motivo de relevancia para que con especial respeto se traten los asuntos religiosos en el campo político.
Excedería los límites sensatos de este artículo el pormenorizar en las crispadas relaciones que el actual ejecutivo mantiene con la Iglesia Católica. Decir aquí que en la Ilustración la máxima del “sapere aude” (atrévete a saber, a pensar por ti mismo) se encamina a alcanzar una autonomía del ser humano que ansiaba desligarse del yugo eclesiástico. Alcanzada en nuestros días la libertad religiosa y la autonomía individual y moral de la persona, surgen nuevos políticos en su versión de pastores laicos adoctrinando con su credo anticlerical. Paradojas de la vida, a estos “maestros” de la moral, conductores del rebaño ateo, la misma máxima les es aplicable. No piensen por nosotros, déjennos elegir y actuar conforme a nuestra religión, no me digan que casillero marcar en el IRPF, algo intolerable en una democracia, una injerencia en el pensamiento de la persona y una atentado a la autonomía individual de cada uno.
Siguiendo los símiles evangélicos, ZP sería el feliz cordero que no se preocupa en amonestar a “Pepiño” cuando llama casposos a los miembros de la jerarquía eclesiástica o, más recientemente, no se corrige a López Garrido que en un ejercicio del cinismo más oportunista, criticó duramente la postura ambigua de la Conferencia Episcopal ante el referéndum del 20-F. Toda postura ante una cuestión de tal magnitud es respetable en una democracia, más aun si no es un partido político el que se pronuncia. Sobretodo, no se puede tolerar esa critica por parte del partido que tiene como socios del NO a comunistas y separatistas.
Una vil estrategia, una maniobra de distracción de López Garrido que ojala se quede en mera neblina transparente.
Con preocupación y perplejidad intento comprender como se puede volver al pernicioso anticlericalismo de la nefasta II República, toda vez que nuestra Constitución promueve expresamente la cooperación entre el Estado y la Iglesia Católica; mandato éste que no está siendo respetado en nuestro País que, señores del Gobierno, no es laico, sino aconfesional y cooperacionista por derecho y católico de hecho.
Ahora; el ateísmo elevado a religión.

19 comentarios

Kimiko -

drogadicto, no vais a tener a varela de papa asi que no insistáis.

Kimiko -

Yo también me haré cristianodemócrata y quemaré en la hoguera al que me lleve la contraria.

Beiras Torrado -

bravo edu,convencécheme.¡Basta de ateísmo!

David -

Veo que Villasuso recurre a la típica argumentación de las estadísticas. Es su derecho pero es muy fácil recoger opiniones de algunos curas y plasmarlas aquí como pruebas irrefutables. Yo se que son excepciones que abundan en Internet y no veo la necesidad de contrarrestarlas porque es demasiado sencillo e inútil. La prueba de la importancia de la religión, como he dicho, está, por ejemplo, en la asistencia a misa en las ciudades españolas o en ese 90% de padres que desea las clases de religión católica para sus hijos. Más claro agua.

Además es impresionante comprobar el fervor popular estos días ante el hospital dónde el Papa se recupera de sus dolencias. Le deseo por cierto una pronta recuperación. Quisiera también felicitar al arzobispo de Madrid, el villalbés Antonio María Rouco Varela, por su ejemplar labor al frente de la Conferencia Episcopal Española durante estos dos mandatos.

varbas -

Magnifico articulo el de eduardo con su verbo bien engrasado y una estructuración excelente.
En cuanto a la religión creo que es absolutamente subjetiva, en cuanto a la existencia de un dios no hay nada ue demuestre lo contrario y la existencia del mundo es una prueba relativamente valida para, al menos mantener la duda existencial. En cuanto a las opiniones anticlericales, muy al uso entre determinados sectores no puedo mas que remitirme a la gran mayoria del clero, en la base de la Iglesia, que realizan obras de solidaridad, diría yo y no caridad. Otra cosa es la jerarquia

Villasuso -

En las conclusiones de la Iglesia de Navarra también se trata el interesante elemento que David expuso sobre núcleos rurales y urbanos: “En el orden sociológico vemos lo siguiente: ha podido influir el cambio operado de población rural a población urbana. La práctica dominical estaba muy vinculada al ritmo de vida de los pueblos. Ahora la mayor parte de la población vive en la ciudad, con otros esquemas de vida en los que la asistencia a Misa ya no ocupa el lugar que ocupaba en la vida rural.” Por último, es mi intención dejar claro que no es necesario acudir a misa los domingos para confirmar la drástica disminución de la asistencia a misa. Es un hecho que se trata desde las mismas fuentes de la Iglesia, pero que muchos incondicionales de la religión parecen negarse a ver. Pocas cosas peores hay que los dogmatismos, ya que nada se puede hacer ante mentes que no desean abrirse a la realidad. La crisis de la Iglesia es, nunca mejor dicho, una verdad como un templo. Además, constato que esta institución -sin duda anacrónica- no esta teniendo la capacidad de reorientarse y salvarse de la caída en picado que está sufriendo en la época contemporánea.

Villasuso -

En un caso más concreto, en la página web de la Iglesia de Navarra (www.iglesiadenavarra.org), se puede observar que esta hizo un recuento de los asistentes a las eucaristías en todas las parroquias y templos de Navarra con el objetivo de conocer el porcentaje de navarros que asistía habitualmente a la Misa dominical. Los datos recogidos se comparan con los de otro estudio realizado en 1982. El resultado global expresaba que en 1982 la asistencia estaba en un 48 por ciento (casi la mitad), y ahora se encontraron con un 30% (¡un tercio!). Como dice la Iglesia de Navarra “un descenso más que regular”. A partir de ahí, se sacan unas conclusiones, entre las que cabe destacar: “Esto significa un 40% menos de los asistentes habituales” “Estamos entrando en una situación absolutamente nueva en Navarra: los católicos practicantes somos minoría.”

Villasuso -

Este señor lo deja bien claro. En el mejor de los casos, la conservación de la tradición de asistir a misa, se transmite de padres a hijos en un 72% y en el peor en un 13%. La pérdida de la tradición conforme se renuevan las generaciones es un hecho. Se podrá objetar que estas argumentaciones provienen de curas, esto es, de la capa más baja de la Iglesia. Sin embargo, el hecho de que los sectores más importantes de la Iglesia no se hayan pronunciado en contra de sus tesis, es un hecho que habla por sí solo: es algo que no pueden llegar a negar. De hecho, el propio Papa, ha hecho constar su preocupación por la disminución de la asistencia a Misa de los domingos: “Cuando el domingo se subordina a un concepto popular de 'fin de semana' y es dominado excesivamente por el entretenimiento y el deporte, en lugar de ser verdaderamente santificado y revitalizado, la gente permanece atrapada en la incansable y a menudo sin sentido búsqueda de la novedad" (...) “del mensaje liberador de Cristo en una sociedad que experimenta las consecuencias trágicas del eclipse del sentido de Dios y no puede experimentar la frescura del 'agua viva' de Cristo”. (http://www.betania.es/historico/394-c25ord04/1-noticias.htm)

Villasuso -

En la página www.motivaciones.org se puede encontrar el análisis que otro cura, el padre José Luis Hernando, en un artículo titulado La crisis del padre hace de ciertas estadísticas que llegaron a sus manos: “(...) Analizando la asistencia a la iglesia, se ha demostrado que los hijos acuden en un porcentaje del 72 % cuando ven que sus padres (...) ¡El 72 %! Alguien dirá: No es éste mi caso. Vamos los dos a misa y nuestros hijos no quieren ir. No todo coincide con la estadística, pero, generalmente, estas estadísticas son bastante acertadas. 72 % acuden cuando ambos padres también acuden a la iglesia.” ”Pero, fíjense la diferencia: cuando, la que asiste a la iglesia solamente es la madre, y en muchos casos, esto es muy corriente entre nosotros los latinos, sobre todo, cuando es la madre la que solamente asiste a la iglesia, entonces, solamente el 15 % de los hijos, se mantienen fieles a la práctica religiosa. Y no me dirán que esa madre cristiana, ferviente, practicante, está luchando pues inútilmente, porque no tiene el apoyo del esposo y del padre, y las consecuencias, a veces, no son tan agradables como aparentemente se toman a la ligera.”

Villasuso -

Pues bien, la lectura de este artículo provocará la formulación de la siguiente pregunta: “si no se puede comprobar la disminución del número de fieles con la simple asistencia a misa, ¿cómo podemos confirmar entonces la existencia de tal crisis?”. Yo creo que la mejor manera de hacerlo –sobre todo en aras de intentar convencer a los sectores religiosos que no creen en esta decadencia-, es poniendo la crisis en boca de la misma Iglesia, ya que esta institución no la niega en absoluto. Y para ello, espero que baste con citar algunas fuentes procedentes de la Iglesia. Cito, en primer lugar, al padre Miguel Rivilla Sanmartín y su obra Confusión y crisis de fe en el catolicismo actual: “Millares de almas sencillas están como ovejas sin pastor, sumergidas en un confusionismo galopante, que les afecta seriamente a su vida de fe y les lleva al abandono de su práctica cristiana o al indiferentismo religioso. Me quema el alma el ver y constatar la situación de grave crisis de fe, que atraviesa la Iglesia en general, a nivel de casi todos los estamentos de la misma, ante la pasividad de muchos, el silencio de otros y la inhibición de bastantes responsables.”

Villasuso -

Por otra parte, aplaudo el acierto que has tenido al afirmar que no piso una Iglesia desde la comunión. Y, acto seguido, das a entender que no estoy capacitado para hablar de la decadencia de la fe y de la misa a causa de no poder confirmar de forma empírica esta hipótesis. Pues bien, yo creo más bien lo contrario. Esto es, que no por ir a misa se es más o menos consciente de dicha crisis, más que nada porque no tengo ni la suficiente edad ni la suficiente perspectiva histórica para poder confirmar esta decadencia con la simple asistencia a los rituales litúrgicos.

Villasuso -

La perplejidad que dices haber sentido, David, al leer mi artículo no debió de ser menor que la que yo tuve al leer el tuyo. Mi principal fallo consistió en dar por sabida la crisis que experimenta la Iglesia desde el punto de vista de la fe (asistencia a misa y falta de vocación). Me equivocaba al dar por sentado que más o menos todo el mundo la conocía. No obstante, viendo los resultados, no dudo en que me equivoqué. Debe de ser que en la COPE no gusta hablar de la cuestión.

David -

Los extremos encontrados en la argumentación de Villasuso me dejaron perplejo. Si las iglesias de los pueblos se ven "mermadas", según el propio Villasuso, los únicos lugares de culto notablemente visitados por los fieles vienen a ser "las catedrales o los lugares de peregrinación". Me deja atónito el hecho de ver como se puede estar tan alejado de la realidad. ¿Y las decenas de miles de iglesias repartidas por todas las ciudades españolas? ¿En qué categoría estarían? En cada ciudad, como Santiago, conocida por Villasuso, se congregan los domingos y en diversas ocasiones tantas personas que es muy recomendable llegar con antelación. Lo confirmo porque es costumbre mía acudir a ellas. Y las edades de los creyentes que acuden a los centros religiosos distribuidos por todas las ciudades se aproximan a los 40-45 años de media. Y ello porque hay tanta gente mayor como niños y adolescentes. Y es precisamente por estar acostumbrado a presenciar la misa que me asombra leer afirmaciones del tipo "La edad media que rondan los participantes en estas celebraciones cristianas es muy inferior a la que correspondería a la influencia que la Iglesia ejerce a nivel estatal". Claro que si no se pisó una iglesia desde la Primera Comunión es posible dudar de ello, aunque la comprobación es fácil.

Veo que Ruyardo no cesa ni un ápice en su oscuro sectarismo. Si tan poco le interesa el tema ("la religión me la suda"), como dice con tan poca elegancia y respeto, no se muy bien qué hace en este foro.

David -

No tengo nada que añadir a la brillante exposición hecha por Eduardo. Se quedó tal vez corto criticando la afrenta llevada a cabo por este gobierno contra la Iglesia Católica. Otro ataque revolucionario de zp a la mayoría de los españoles. A falta de talento: "talante".

Veo que Villasuso sigue obsesionado por la edad media presente en los lugares frecuentados en mayor medida por españoles de derechas. Hablo de esta obsesión porque ya dejó constancia de ello en otro foro de debate, dedicado a la afición taurina en España. El propio Villasuso nos habla de los núcleos rurales. En estos, que frecuentemente cuentan con tan solo decenas de vecinos, es verdad que la edad en el momento de la "sesión litúrgica" es, por lo general, ya respetable. Pero esto no es nada nuevo, y una de las principales razones es que los jóvenes se asentaron en pueblos grandes o ciudades, dónde se les brindaban mayores oportunidades laborales.

ruyardo -

no me voy a poner a comentar este artículo, pues la religión me la suda principalmente, no se debería meter en asuntos de política, y el gobierno hace mal, ya no por criticar la iglesia, sino por nombrarla, pues no merece la pena que le haga publicidad.

ruyardo -

Villasuso -

En definitiva, el hecho de que el gobierno socialista lo argumente de un modo u otro es lo que puede crispar los ánimos de las facciones más conservadoras de la sociedad pero, desde luego, lo que es lógico y lícito es pensar que la pérdida de poder e influencia de la Iglesia, a la que estamos asistiendo en la práctica en nuestros días, debe estar correspondida con una pérdida de la influencia en los ámbitos de decisiones estatales. Siendo claros y concisos, se traduce en menos financiación -que maldita la falta que le hace- y menos influencia en el campo legislativo.

Villasuso -

Volviendo a encauzar el discurso, no voy a discutir el sujeto que debe tener la responsabilidad de desarrollar la potencial capacidad moral humana. En principio, puesto que los niños aún no tienen capacidad de decisión, son los padres o familiares más cercanos los que lo eligen. Y la Iglesia no es -a pesar de que se sigan conservando los tradicionales rituales- el sujeto al que se suele acudir en casos de educación moral. Los rituales a los que hago referencia -bautizos o comuniones- se siguen llevando a cabo como consecuencia de una tendencia extrarracional -¡ojo!, no antirracional- pero que no supone una reacción de los padres a la necesidad de desarrollo moral de sus descendientes.

Villasuso -

En primer lugar, nadie puede negar la evidente pérdida, al margen de las acciones del gobierno, de peso e influencia que la Iglesia está viviendo en nuestros días. La sociedad no se olvida de ella, como insitución. Incluso hay muchas personas -la inmensa mayoría- que se declaran católicos. No obstante, ¿qué podemos observar en la práctica? ¿qué es lo que vemos cuando asistimos a una sesión litúrgica? La edad media que rondan los participantes en estas celebraciones cristianas es muy superior a la que correspodería a la influencia que la Iglesia ejerce a nivel estatal. A excepción de grandes centros de referencia (catedrales o lugares de peregrinación, por ejemplo), las iglesias y sus parroquias se hallan cada vez más mermadas, tanto a nivel de núcleos urbanos como de núcleos rurales. La propia Iglesia se tiene que dar cuenta de ello en el momento en que encuentra dificultades para asignar párrocos en muchos pueblos. Es decir, a causa de la falta de vocación muchas parroquias se quedan sin su propio cura.